Está situada junto a la Parroquia de los griegos católicos, llamados Melquitas). Esta Sinagoga -sala rectangular abovedada de 10 m de largo y 9 de ancho- fue construida, según una antigua tradición del s. VI, en el mismo sitio de la sinagoga de tiempo de Jesús, y que él, tantas veces, visitó ya desde niño, y donde ocurrió la escena descrita por san Lucas que hemos evocado «Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron», dice san Juan.
Sinagoga significa «Asamblea» y es el lugar donde se reunían y reúnen los judíos, especialmente los Sábados y días festivos (como nosotros en nuestras Iglesias).
Aquí es donde podemos evocar a Jesús, en una de sus visitas a su pueblo, entró en la Sinagoga y fue invitado a intervenir, pues este sencillo edificio de época medieval, de 9 x 8 m. nos evoca la Sinagoga del tiempo de Jesús. Se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron el rollo del profeta Isaías, lo abrió y leyó: «El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de Salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año en que el Señor perdonará a su pueblo». (Is. 61, 1-2)
Jesús se sentó ante la mirada expectante de los presentes, sus convecinos que El conocía desde niño, y dijo: «Esta profecía se acaba de cumplir hoy mismo en vuestra presencia, y la gente extrañada se preguntaba: ¿No es éste el hijo de José el Carpintero? ¿Su madre no es María y acaso no viven aquí sus «hermanos» y «hermanas» = sus parientes?».
Jesús, ante tanta desconfianza, añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia casa.» Al oírlo los nazarenos se enfurecieron, echaron mano de Jesús y a empujones, lo llevaron a un barranco de la montaña para despeñarlo. Entonces Jesús, con su personalidad, no sólo divina, sino su porte y autoridad humana, se deshizo de ellos y, «pasando por medio, se fue». (Lc 4,16-30). Ese barranco se llama el Monte del Precipicio o «Saltus Domini», situado en las afueras de Nazaret.
Sinagoga significa «Asamblea» y es el lugar donde se reunían y reúnen los judíos, especialmente los Sábados y días festivos (como nosotros en nuestras Iglesias).
Aquí es donde podemos evocar a Jesús, en una de sus visitas a su pueblo, entró en la Sinagoga y fue invitado a intervenir, pues este sencillo edificio de época medieval, de 9 x 8 m. nos evoca la Sinagoga del tiempo de Jesús. Se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron el rollo del profeta Isaías, lo abrió y leyó: «El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de Salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año en que el Señor perdonará a su pueblo». (Is. 61, 1-2)
Jesús se sentó ante la mirada expectante de los presentes, sus convecinos que El conocía desde niño, y dijo: «Esta profecía se acaba de cumplir hoy mismo en vuestra presencia, y la gente extrañada se preguntaba: ¿No es éste el hijo de José el Carpintero? ¿Su madre no es María y acaso no viven aquí sus «hermanos» y «hermanas» = sus parientes?».
Jesús, ante tanta desconfianza, añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia casa.» Al oírlo los nazarenos se enfurecieron, echaron mano de Jesús y a empujones, lo llevaron a un barranco de la montaña para despeñarlo. Entonces Jesús, con su personalidad, no sólo divina, sino su porte y autoridad humana, se deshizo de ellos y, «pasando por medio, se fue». (Lc 4,16-30). Ese barranco se llama el Monte del Precipicio o «Saltus Domini», situado en las afueras de Nazaret.
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